Nos lanzamos. Sin un principio, sin pensar en un final. Smplemente dejamos que nuestro cuerpo flote sobre todo lo que nos han dicho. Da igual que no tenga ni pies ni cabeza, no importan los vecinos, amigos, familia...los que te han dicho que no lo hagas, que no te lances.
Va a salir mal. Vas a llorar. No queremos que sufras.
Probablemente encuentres a ese tipo de persona en tu camino que todavía cree en el amor y te dice que lo hagas, que todo va a salir bien y vais a ser muy felices, que las buenas historias también existen y que porque no ibas a ser tú la protagonista de alguna de ellas.
Y sonríes, claro que si. Hay que demostrar que existe el amor y que alguien te quiere tal y como eres. Y por eso...nos lanzamos.
Sin saber lo que hay detrás. "No me importa tu pasado porque quiero ser tu presente", solo vivir cada minuto al máximo olvidando todo lo demás. Y es que es lo que tiene ¿ no? El amor, dicen, mariposas en el estómago, no comes, no duermes, vives con una curvatura en la boca que no se va ni con telenovelas.
Y entonces se te ilumina cada vez más la cara, que si un mensaje, una llamada, y pronunciar su nombre se convierte en tu pasatiempo favorito. Has apostado y todo está saliendo redondo.
Y mientras estás en una de esas nubes, parece que todo el mundo se da cuenta, menos tú, de que las cosas han cambiado. Ya nada es igual, no existen los mensajes, y la sonrisa de idiota se va marchitando. Nadie sabe que ocurre pero todos se lo esperan. Lo de siempre. Eso de prometer y no cuemplir. Un infinito y más allá que se encuentra con una pared. Un " Ya nada es lo mismo" o el clásico "No eres tú, soy yo". El brillo de la cara se apaga y envejeces. Es cierto, no existe. El amor es efímero.
No creo que lo sea.
Simplemente no hay que buscarlo.
Porque cuando algo es casualidad, las cosas salen mejor.